sábado, 21 de mayo de 2011

Pibito.

Me gustás porque sos alto y cuando te abrazo concentro todo el peso de mi cuerpo en la punta de mis pies, recordándome a las clases de ballet, las polleras rosadas y esa técnica que nunca supe dominar. Me elevo, pero siempre con la ayuda de tu cuerpo; como esa barra de la que nunca pude alejarme. Tampoco tu altura es exagerada, me obliga a estirarme pero vos seguís erguido, estoico, como si me protegieras.
Los rasgos que más me atraen son los que contrastan con los míos. Tus ojos, oscuros y parecidos a una almendra, tus dientes alineados en una hilera perfecta y calculada parecen ser los compañeros ideales de unos ojos verdes, grandes, redondos y labios resecos y débiles que enmarcan una dentadura más anárquica, con espacios suficientes para que tu lengua explore libremente pieza por pieza.
Ya que menciono tu lengua, no puedo dejar pasar tus besos; lentos, egoístas, intermitentes, como si no quisieras que me acostumbre a ellos o que los termine de conocer lo suficiente como para repetirlos en otra boca. Son besos húmedos que de cuando en cuando inundan las pequeñas grietas de mi piel dañada y producen un leve ardor que se confunde con el calor y todo el deseo que genera el contacto.
Creo que te lo he dicho: besos tuve muchos, pero todos me hacían sentir disconforme. O que fueron muy rápido o muy lentos, torpes, invasivos, desesperados o desganados. Puede que la culpable haya sido mi técnica (¿existe tal cosa?), o puede que siempre fueron, de alguna manera, premeditados, se veían venir y por ende, me predisponía a esperar algo que no me iba a gustar, o por lo menos nunca antes me había gustado. Pero volviendo a tus besos, o mejor dicho los nuestros, sentaron bases desde otro lugar, despertaron un interés especial por una actividad que me traía más incomodidad que placer.
Además sos músico, pero músico de verdad. No sólo tocás instrumentos sino que creás, cantás y me enamorás. Hace bastante tiempo atrás el nick de mi MSN era: "you'll marry a music man". Después de ver la película Almost Famous, me sentía con todo el derecho e incluso el deber de ser una especie de Penny Lane moderna; de dejarme crecer aún más mi largo pelo rubio y salir a enamorar artistas que me escribirían cientos de letras que luego otras chicas dedicarían a sus amantes. Sí, una visión inocente, irreal, hasta tonta; sin embargo, a lo que quiero llegar es que el hecho de que agarres una guitarra y mi cara se transforme, no es aleatorio, no es nuevo. Yo deseaba un músico, yo te deseaba a vos sin conocerte.
Además está tu voz, ese tonito con el que hablás y me desarma. Esa especie de canto adquirido desde que empezaste a emitir palabras coherentes, que inmediatamente te hacen propio de un lugar, distinto al lado de otro, reconocible y contagioso.

Por el otro lado, hay muchas cosas de vos que no me gustan; en realidad decir "muchas" es exagerado. Creo poder enumerar diez con facilidad, aunque empiezo a dudarlo. De todas formas, tu sonrisa no entraría en esa lista. Tenés la sonrisa más hermosa y mezquina que conozco. Te queda tan bien y tan poco uso hacés de ella...
A pesar de que no parecés darte cuenta, cuando estás conmigo, tus músculos faciales deben desorientarse, estoy segura que se preguntan qué pasa. En cambio yo sonrío todo el tiempo, no necesito razones, tengo el gesto incorporado, como pegado a la cara, pero cuando estoy con vos se siente diferente, se siente real o consecuente a mis más hondos sentimientos.

Me gustás cuando me escuchás hablar, cuando te emocionás con algo que te leo, cuando te caliento en la calle o cuando me pedís que te haga conocer a Dylan. Cuando te preocupás, cuando me abandonás o me tirás abajo.

Amo que todo lo que nos pasa parezca imposible, pero se sienta tan real; que sea difícil, complicado y oscuro. Dicen que lo que más cuesta es lo que al final más lo vale y que lo bueno, siempre se encuentra en la sombra.

Me hacés estremecer, me ponés celosa, me hacés sufrir, disfrutar, llorar, tener miles de miedos y aún más proyectos.

Por ahí todavía no es nuestro tiempo, tal vez nunca llegue o ya estemos en él y no nos damos cuenta.

Vos seguí, por lo menos de vez en cuando, cantándome canciones, hablándome, que la música y tu voz me distraen de los ruidos que producen todos los conejos que me rodean.

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